miércoles, 2 de junio de 2010

2ª PARTE

Para que muchos de mis seguidores en el blog descubran que no siempre el deporte como profesión es algo bello y que acaba de la mejor manera, contaré una sencilla anécdota de como se hacian las cosas a fin de temporada en los equipos profesionales de ciclismo.
El equipo X y las personas Y, no tienen ninguna importancia pues ya está superado y simplemente cumplían con su obligación.
Lo que pasó es que a mediados de octubre cuando ya está acabando la temporada no recibía una llamada de mi equipo para la renovación por lo que era de suponer que debía buscarme la vida. Entonces, me llamaron para disputar la última carrera de la temporada, lo cual era extraño...
Bueno, uno piensa que las cosas siempre pueden cambiar y cogi el avión con alguna ilusión de futuro, aunque preguntándome también qué demonios pintaba yo en una carrera en la conchinchina, cuando hacia tiempo que no disputaba carrera alguna.
En el antro que dormí, frecuentado por chicas del oficio que imagináis, y a más de 40º sin aire acondicionado, no me hacian suponer que allí estaba para algo muy diferente que evaluarme deportivamente, pues por aquella época era muy inocente y pensaba que los demás siempre actuaban de buena fe.
Una vez acabada la carrera, me duché y bajé a recoger la bicicleta para cargarla de vuelta a casa. Mi sorpresa fué mayúscula cuando me la encuentro cargada en el coche de equipo y protegida por un mecánico a las órdenes del director, que por supuesto no estaba.
Me sentí bastante humillado, no porque te quiten algo que les pertenece, sino por la desconfianza de llamarte a casa, pedirte la bicicleta, y ahorrarnos el viajecito en cuestión. Era normal no devolver la bicicleta y quedártela hasta que se cumplieran los pagos. Eso es lo que más me molestaba, prejuzgar a las personas y meterme en el mismo saco.
Uno comete muchos errores y es fácil volcar resentimiento generalizado hacia los demás cuando las cosas no salen como queremos. Si queremos tener un presente mejor, creo necesario reciclarse a diario y levantarse con una mente fresca libre de juicios, para no presuponer tantas cosas de los demás.
En fin, es una anécdota más de cuando uno se hace profesional y la bicicleta es un oficio.