viernes, 21 de septiembre de 2007

MAS QUE UN GRUPO DE ENTRENAMIENTOS

Unas palabras que demuestran una vez más que Víctor GO! no es un plan de entrenos...

La verdad es que nunca pensé que esto se me iba a hacer tan duro.
Mi primer contacto con el mundo del maratón empezó el año pasado (nunca es tarde si la dicha es buena...), más concretamente cuando fui a Ámsterdam a acompañar a mi hermana y otros tantos GO´s. Un experiencia inolvidable: una mezcla de sensaciones y sentimientos fortísimos para una sensiblona como yo. Había seguido muy de cerca (o eso pensaba yo) todos los entrenos de mi hermana, y Ámsterdam sería el lugar donde recogeríamos la cosecha después de tanto esfuerzo, de tanto empeño, trabajo e ilusión (lesión incluida). Ver (desde la barrera) la sonrisa de mi hermana desde que aterrizamos, ver esa carita de felicidad el mismo domingo en el estadio olímpico antes de la salida, esa mezcla de nervios, miedo,... ante su reto,... no tiene precio. Algo contagioso y envidiable al mismo tiempo. Desde ese momento ya pensé para mis adentros que yo jamás sería capaz de hacer algo así. Y eso sin empezar el maratón.
Tuve la suerte de poderla seguir por toda la ciudad: en el cajón de salida, en el kilómetro 10, en el 30, en la entrada al estadio, en la meta,... y todavía se me pone la carne de gallina al recordar todos y cada uno de esos momentos,... al verla pasar a ella y a todos y cada uno de los GO´s por esos puntos. Y todo eso sin formar parte de la gran familia, ya digo, todo eso desde la barrera.
Hay que estar ahí para poder disfrutarlo y sufrirlo como yo lo hice, o quizá haga falta tener la sensibilidad a flor de piel, no lo sé. El caso es que me emocioné como una niña, me saltaron las lágrimas en un montón de ocasiones y cada GO que vi pasar ante mí me transmitió su esfuerzo, su sufrimiento, su trabajo y su ilusión. Y eso hay que sentirlo. Y cuantos más kilómetros se cargaban en sus piernas, más convencida me quedaba yo de que jamás sería capaz de hacer algo así.
¡Qué caras al llegar a meta!¡Qué andares! Pero la sonrisa siguió sin desaparecer de la cara de ninguno de ellos...
Y,... con ese gusanillo de algo imposible,... este año me uní al nuevo reto de mi hermana: Berlín. Siempre con la certeza de que yo pondría las piernas y ella pondría la cabeza, pues nunca he sido buena para esto de las emociones fuertes.
Y nadie dijo que esto iba a ser fácil, ya lo sé.
Mi preparación no empezó con buen pie, o con buena rodilla, mejor dicho. Tuve la mala suerte de caerme en el Perdiguero el día anterior a empezar los entrenos. Y nunca hasta entonces me había lesionado, nunca hasta entonces había tenido una ilusión tan clara y a tan corto plazo, y nunca hasta entonces se me había pasado por la cabeza que ese sueño podía no hacerse realidad. Yo daba por hecho que una vez empezado el camino, no habría más que seguir la senda, dejarse llevar. Ilusa de mi.
El caso es que pocas personas saben de verdad lo mal que lo he pasado. Muy pocas, y una de ellas es mi hermana, que ha estado a mi lado en todo momento. Así que no he tenido más remedio que darme cuenta desde el principio que todo en esta vida no son piernas y un corazón fuerte. Para seguir en el camino del maratón hay que tener mucha paciencia, mucha fuerza de voluntad y sacrificio, mucha disciplina,...en definitiva, mucha cabeza. Justo lo que a mi me faltaba (y me falta).
Por eso ahora al ver a mi hermana lo que está luchando por volver a calzarse las zapatillas, veo que mi sufrimiento ha quedado atrás, muy lejos; veo... que los sueños que en un momento se desvanecen se pueden volver a retomar y, por desgracia, pueden volver a desvanecerse; veo... que la vida, a veces, es injusta, y que es mi hermana la que se merece más que nadie estar en el cajón F el día 30 de septiembre.
Si pudiera cambiarme por ella en estos momentos...si pudiera darle yo mis piernas al igual que ella puso su cabeza en mis malos momentos,...

Impotencia, tristeza, enfado,... no hay derecho.

Y lo peor de todo es que cada día me da una nueva lección. Incluso hoy me ha dicho: “Iratxe, no vamos a tirar la toalla todavía”. ¡A falta de 10 días, y cuando aún hoy no ha sido capaz de trotar ni cinco minutos!
La veo serena, tranquila (dentro de lo que cabe), con cabeza. Quizá sea resignación. Sea lo que sea, digna de mi admiración. Un beso, hermana. Poco más puedo ofrecer en estos momentos.